Casi todos los libros de historia con los que nos encontramos en la educación primaria, secundaria y hasta preparatoria, nos narran los grandes acontecimientos, dividiendo a los actores o personajes, en dos: los buenos y los malos; héroes y villanos. No sólo eso. También la literatura; las películas de Hollywood; las telenovelas y hasta la política están –dependiendo de quién las narre- los buenos, siempre luchando contra los malos. Personalmente, nos provoca algo de frustración, que en las películas gringas, siempre sean los gringos quienes ganan aunque sean los otros nuestros favoritos. Vamos… hasta en las caricaturas pasa… nos hubiera encantado ver que el Coyote, por fin, alcanzara al pesado del Corre Caminos.
Pero, ¿qué hace que nos inclinemos por un personaje u otro?, ¿por qué, a veces, el malo nos cae tan bien y el bueno tan mal?, ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos?, ¿cómo se decide quién va a ser el líder de los buenos (el muy muy bueno) y el líder de los malos (el muy muy malo)? La respuesta parece ser una: el carisma.
Dice George Ritzer -sociólogo que ha analizado la vida y trabajos de los más grandes científicos sociales- que “los medios de comunicación de masas y el público en general pueden tachar generalmente de individuo carismático a un político, a una estrella de cine, o a un músico de rock”, como si éstos estuvieran dotados de cualidades extraordinarias; sobrehumanas y hasta sobrenaturales. Este sociólogo, hace un análisis muy completo de lo que para Max Weber era el liderazgo carismático. Es preciso mencionar que Weber es considerado uno de los tres científicos sociales más importantes de la historia moderna en el mundo y el que más énfasis puso en investigar los tipos ideales de dominación, dividiéndolos en: liderazgo racional, liderazgo tradicional y liderazgo carismático.
Para Weber, un líder carismático debe tener cualidades sobresalientes, eso sí, pero el carisma depende más del grupo que lo sigue que del líder; es decir, si los seguidores dicen que X tiene carisma, es muy probable que se convierta en un líder carismático independientemente de si posee o no de cualidades sobresalientes; independientemente de si sabe o no; independientemente de sus verdaderas capacidades.
Echándonos un clavado por las enciclopedias y por el internet, hayamos diversas definiciones sobre el carisma, pero las más completas y mejor desarrolladas, nos mostraron que a un líder se le considera carismático cuando representa a un grupo predominante en la sociedad… o sea… no tiene cualidades extraordinarias, no es sobrehumano, no es el más capacitado, ni el mejor… un líder carismático es quien mejor represente “al promedio”… ZAZ!!!
El Doctor en Ciencias Sociales, José Luis Blanco, da un ejemplo arrollador: Vicente Fox, durante su campaña a la presidencia del 2000, era considerado como un líder sumamente carismático; mas no por listo, ni por capaz; mucho menos por su diplomacia o su preparación para dirigir a México; era carismático porque nos hacía reír; porque llamaba “Lavestida” a Fco. Labastida Ochoa, porque llamaba “Zedillín” a Ernesto Zedillo; porque llamaba a los priistas “tepocatas, víboras prietas y alimañas”; era carismático porque a los mexicanos nos da mucha risa oír apodos y sobrenombres… porque a los mexicanos nos hacen reír los tontos. El Doctor Blanco nos pregunta si pensamos que un personaje como Fox hubiera podido ganar las elecciones en un país de Europa… la respuesta, evidentemente es NO. Cuando Juan –por poner cualquier nombre- dice que Pedro es carismático, significa que Juan se identifica con Pedro, no que Pedro es superdotado.
El gran pensador universal, Peter Drucker, tenía algunas dudas sobre las bondades del líder carismático ya que, generalmente, es alguien que “disfruta del culto a su personalidad aunque no lo reconoce, su ego es tan grande que muy poco tiene lugar sin su aprobación (…) y sus seguidores se convierten en aduladores sumisos que callan lo que no se está haciendo bien, por el miedo que también generan.”
Un buen consejo que nos dan los especialistas en este tema, es que antes de decidirnos por un político veamos quiénes lo siguen, quiénes son sus amigos, quiénes lo consideran carismático, cuál es su formación, qué experiencia tiene y los resultados que dio en puestos anteriores. Esto hace que el líder carismático cumpla con el tipo ideal de dominación que es el liderazgo racional. Es decir, un líder carismático puede funcionar para el desarrollo de una organización, de un municipio, un país, cuando cumple con otra serie de requisitos que sí son necesarios para su población.
Enrique Krauze dedicó páginas y páginas a enumerar las características carismáticas de López Obrador hasta el grado de mostrarlo a los lectores como peligroso. No se puede negar que AMLO goza de gran carisma, que tiene seguidores con vendas en los ojos, que le son leales hasta el ridículo PERO tampoco se puede negar que, por el Peje, también hablan y escriben otros intelectuales como Carlos Monsivais, Elena Poniatowska, Fernando del Paso o Sergio Pitol (entre muchos otros) que han tomado el micrófono con él y por él. Nosotras, preferimos estar de lado de ellos y no de La Chimoltrufia, La Chupitos o Chespirito… fieles de Calderón.